No recuerdo el momento exacto en que decidí abandonar.
Abandonar la vida que me había dado, abandonar a una familia que se había
creado con los años, las experiencias y las horas de ensayo. Pero lo decidí.
Decidí dejarlo todo.
El último día lo recuerdo como si fuera ayer, y ya ha pasado
un año…
Me levanté, como tantas otras mañanas. Desayuné, vi la tele
e hice lo que cualquier domingo haría, ir a casa de mi abuela a comer.
Después de comer ultimé la maleta con el vestuario, accesorios y ganchos y
horquillas para el pelo.
Llegué al auditorio, dejé la maleta en el camerino de “las
mayores”. Saludé a las demás compañeras y me puse manos a la obra; maquillé y
peiné a algunas de mis compañeras. Llegó mi turno, a menos de 30 min de que
empezará el espectáculo. Me maquillé, peiné y cambié como alma que lleva al
diablo; salía a actuar en el primer número.
Y llegó el momento, salir a escena. Entre bambalinas, mi
mejor a amiga y yo nos dimos nuestro, rutinario, abrazo antes de salir a
escenario.
La música empezó a sonar y era mi momento, MI ÚLTIMA
ACTUACIÓN. Los nervios aumentaron. Salí, pisé escenario y el mundo se paró.
Bailé.
A decir verdad, no eres consciente de lo que haces allí,
bueno en ese momento sí, luego lo recuerdas como una nube borrosa. Nada claro.
Sabes que estuviste allí y lo que hiciste. Pero no como te sentías al detalle.
Acabé el primer número y subí a camerinos a cambiarme.
Recuerdo un subidón de adrenalina y cambiarme a toda prisa y
volver a bajar a bambalinas.
Los números pasaron, hasta que llegó el último. La última
vez que pisaría un escenario bailando. Bailaba una canción del gran Paco de
Lucía, Gitanos andaluces y Entre
dos aguas.
Me planté el sombrero y me convertí en hielo con la
adrenalina corriendo por mi sangre.
Sonó el primer acorde de la canción y el vello se me erizó.
Bailé. Bailé como si no hubiera un mañana. Lo di todo. Sentimiento. Emoción.
Fuerza. Rabia. Furia. Duende…
Muchos sentimientos juntos que debía demostrar en 6 minutos.
Y creo que los demostré. Pocas veces había bailado con la fuerza y el
sentimiento como esa vez.
Acabé mi parte, y me lancé contra la primera pared que vi
nada más salir de bambalina. Y rompí a llorar. Lloré como una niña pequeña que
le quitan su juguete favorito. Y a mí nadie me lo había quitado, me lo quité yo
sola.
Subí a camerinos y allí estaba mi mejor amiga esperándome.
Me abrazó y me consoló.
Volví a bajar por última vez a escenario, para saludar, y me
encontré con una compañera que me abrazó y me dijo unas palabras que nunca
olvidaré:
“Amiga, no plores més. Disfruta del moment. Quedat en lo mes
bonic que tenim, el aplusos. Que aixó se t’he quedará gravat per a tota la
vida. Alça el cap i somriu. Viu el moment.”
Hoy, 29 de junio de 2015, hace un año estaba nerviosa,
alegre y triste a la vez, porque ese día sería el último.
Todo esto lo escribo escuchando de fondo El concierto de
Aranjuez de Paco de Lucía. Llorando. Recordando estos 11 años. Melancólica. ¿Triste?
Puede ser. Pero feliz por lo pasado. Imaginando que su música me envuelve para
volver a bailar.
A todas aquellas personas que la danza puso en mi camino,
GRACIAS. Muchas se apartaron, otras siguen estando, aunque ya no forme parte de
la familia On!dance. Todos estos años
vividos bailando estarán siempre en mí. Coreografías, canciones, vestuarios,
sensaciones, experiencias, llantos y sonrisas, todo. Porque la danza me cambió, no sé si para bien
o para mal, pero es la causante de la persona que soy ahora mismo.
Amiga, nunca digas nunca. Els escenaris estan esperant que tornes. Més prompte o més tard, però tornaràs. Tornarem. <3
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